martes, 26 de febrero de 2013

Azazel


Este relato lo escribí muchos meses atrás para un curso de narrativa de la universidad. Fue aquí donde comencé a inspirarme en el personaje principal de “the second chance” quien también lleva el nombre de Debra, sin embargo ninguno de los dos escritos son similares.



Debra camina entre las columnas de mármol, ocultándose entre las sombras mientras observa a Camilo con cautela. El hombre está apoyado en la pileta de piedra, la luz de la luna le da directamente a los ojos, reflejando su sombrío pasado. Parece demacrado, prominentes ojeras se resaltan en su rostro anguloso. Su cabello, está más blanco que la ultima vez que ella lo vio, ya hace más de 5 años. Viste un traje negro pero esta  tan desaliñado que parece un pobre borracho a comparación del empresario de prestigio que es. Debra lo sigue observando con aburrimiento y molestia, siempre es lo mismo cuando se trata de humanos.

Las campanadas de una iglesia cercana resuenan en las paredes de aquel recinto antiguo, culminando la tranquilidad de la noche. Camilo sabe que es hora, comienza a ponerse más nervioso, frotando sus manos tal cual mosca al limpiarse. Debra observa eso con repugnancia mientras comienza a oler en el aire el miedo de aquel hombre desesperado. Sonríe y sus afilados dientes brillan en la oscuridad.

-        Aza…- Camilo esta por decir su nombre pero se calla al recordar que nunca debe pronunciar su verdadero nombre en voz alta, cosas malas ocurren cuando eso pasa.
-        Camilo.- dice ella mientras sale de la oscuridad.

La estancia repentinamente baja de temperatura unos 10 grados. Camilo comienza a tiritar mientras ve su propio vaho en cada respiración. El hombre observa a la joven que se le acerca con gracilidad. Hermosa como siempre, parece tan inofensiva a simple vista, aparenta unos 18 años, tiene cabellera larga de un color oscuro y brillante, sus ojos son verdosos pero cambian de color según el ángulo en el que se los mire, sus labios hoy están de un rojo oscuro que simulan el color de la sangre seca. Camilo traga saliva más nervioso que nunca y frota una vez más sus manos. Debra da un chasquido con la lengua, notablemente fastidiada.

-          No hagas eso, sanguijuela humana, da asco.- habla con repugnancia y desprecio. Camilo  se queda estático mientras Debra suspira.- ¿Tan solo han pasado 5 años y ya buscas mis favores de nuevo? – pregunta y analiza la expresión del hombre. Sus ojos brillan ligeramente llenos de temor mientras mira a sus costados con desesperación. – Debra niega con la cabeza al imaginar lo que el hombre esta pensando.- ¡No! – dice en forma imponente.- No vas a escapar ahora que me has llamado.- Camilo traga saliva y reúne todo el valor que puede para poder hacer un nuevo trato con ella. 
-          Necesito un favor.- dice bajito, ella asiente con la cabeza.
-          ¿Qué tipo de favor?
-          Quiero que desaparezcas a alguien por mi.- responde y Debra sonríe. Mostrar sus dientes perlinos hace que el corazón de Camilo se detenga por unos segundos por el terror que esta sintiendo.
-          ¿No es algo que tu sabes hacer bien? Matar a gente para encubrir tus tratos sucios. Es así como has llegado hasta aquí. – Se mofa levantando las manos, mostrando la mansión antigua que tiene a su alrededor.

Camilo niega con la cabeza frenéticamente. Mira por unos instante los ojos de Debra que ahora brillan de un rojo intenso  que impiden que él pueda verla más, clava la vista en las baldosas del piso y habla:

-        Esto es diferente, el muchacho esta descubriendo todo sobre mi. Ha atado cabos sueltos, sabe de las muertes de hace 5 años…sabe casi todo y esta a punto de hacerlo publico en un periódico.- dice desesperado. Levanta la mirada por unos segundos.- si lo mató, sus compañeros se van a dar cuenta. Esto tiene que ser un accidente. – una ligera sonrisa aparece en el rostro de Debra. No es un reto para ella pero sabe que será entretenido.
-        ¿Y con que me vas a pagar? Ya me has dado tu alma y créeme humano, el dinero que tienes no me atrae en absoluto.- habla ella.

Camilo abre los ojos como platos por unos segundos. Debra suspira con molestia al comprender que ha pensado que puede comprar un favor con dinero.

-        ¿¡ De verdad has creído que podías comprarme con eso!? – pregunta furiosa, no esta gritando pero su voz es inhumana, un sonido gutural que viene del más allá.
-        No…no…por favor no se moleste. Tengo algo mejor que darle.- habla Camilo sacando con nerviosismo algo del bolsillo interior de su saco. Saca un sobre y se lo entrega nerviosamente. Debra se lo arrebata de las manos y lo abre impaciente.
-        ¿Una ecografía?- pregunta con voz divertida mientras mira los ojos del hombre con curiosidad.
-        Mi esposa esta esperando nuestro primer hijo, tiene 6 meses.
-        ¿Me quieres dar el alma de tu hijo? – pregunta Debra mientras sus ojos se iluminan de entusiasmo, por primera vez se le nota sorprendida. Acaricia la imagen de la ecografía. Cierra los ojos por unos segundos y recuerda lo delicioso que es sentir el alma de una criatura sin pecados. Los abre y ve a Camilo con desprecio. – eres el ser más repugnante que he conocido… pero acepto.

Apenas lo dice, Camilo traga saliva, sabe que el trato ya esta hecho y que no hay vuelta que dar. Esta dando el alma de su hijo a cambio de que su vida no se vea afectada. Se dice una y otra vez que no es tan malo como parece,  Debra lo protegerá como lo protege a él, su hijo estará lleno de lujos, no es una mala decisión sino es la correcto. 

-        ¿Tienes algo del hombre que quieres que mate?- pregunta Debra con impaciencia.

Camilo sin poder hablar asiente con la cabeza y saca de uno de sus bolsillos una bolsa ziploc con un pedazo de tela roja dentro de ella. Se lo entrega a Debra con miedo, ella rasga la bolsa con sus uñas afiladas y siente la tela entre sus dedos. Un aroma a tabaco y colonia inundan sus pulmones. Cierra los ojos mientras imágenes de un muchacho rubio pasan por sus ojos como una película antigua.

-      Su nombre es…
-      Alonzo Verneti. – concluye Debra mientras ve fragmentos de la vida de aquel muchacho desafortunado. Se pasa la lengua por los labios, deleitándose con las visiones, al cabo de unos minutos abre los ojos y observa a Camilo con frialdad.  – te veré en exactamente 30 días. Quiero conocerlo entonces. – susurra.
-      Pero apenas tiene 6 meses de embarazo.- habla Camilo notablemente preocupado.
-      Nacerá.- es lo ultimo que dice Debra y desaparece en la oscuridad de la noche como si tan solo hubiese estado hecha de humo.

Han pasado dos noches desde que Debra habló con Camilo, dos noches en las que se ha pasado buscando al tal Alonzo Verneti sin encontrarlo todavía pero sabe que esta cerca, su olor es inconfundible. Camina por las calles del centro sin preocuparse por lo tarde que es. La gente de mal vivir la ve con curiosidad maliciosa, un hombre se le acerca por atrás. Lleva un cuchillo en la mano y la capucha de su casaca le tapa la cara, él piensa que puede robarle pero no sabe que acercarse a ella va ser el peor error que va cometer en su vida. Debra lo siente muchos metros antes y sin embargo lo ignora, siente que Alonzo Verneti esta muy cerca y no quiere perderle la pista. El ladrón la toma del cuello con torpeza mientras la toca inapropiadamente.

-        Dame todo lo que tienes preciosa.- habla y ella comienza a reír.

Es una risa que parece franca y de niña. El hombre se ve notablemente confundida y  suelta  su agarre, con ese descuido Debra gira y se lo encuentra cara a cara. Sus ojos están de un rojo tan intenso e inhumano que el ladrón se queda sin palabras, la mira estupefacto mientras se orina en los pantalones por él miedo, solo él sabe lo que esta viendo pasar por esos ojos atormentados.

-      Patético- susurra Debra que lo sigue mirando con intensidad.
-      Santa madre de Dios.- habla el ladrón y ella sonríe mostrando sus dientes afilados.
-      No la nombres que no te apoyara en esto.

Esta a punto de matarlo, de ensartarle las uñas en el pecho y desgarrar su corazón o simplemente torturarlo con la mirada hasta que se vuelva loco, no le importa que las prostitutas de la esquina los estén viendo o que haya una que otra persona que también pueda observarlos. No le importa nada hasta que siente la ráfaga de aroma y vuelve a entrar en razón. Alonzo Verneti esta tan cerca que el olor es casi palpable. Mira rápidamente a su costado derecho y visualiza las puertas de un bar de mala muerte. Toma aire y suspira con fuerza mientras las puertas se abren.

-        ¡Auxilio! – grita con terror en la voz. - ¡Me quieren robar! – vuelve a gritar con desesperación.

Las puertas del bar se terminan de abrir, aparece Alonzo Verneti por la puerta, notablemente alterado por los gritos de Debra. Lo primero que hace es posar los ojos en el ladrón, el hombre sigue quieto por el horror vivido hace unos segundos, el cuchillo se le cae de la mano y lo único atinado que puede hacer es salir corriendo de allí.

-        Parece que lo he asustado.- dice algo confundido y posa los ojos en Debra.


Es más apuesto de lo que podría imaginar, tanto que parece inhumano. Tiene el cabello y los ojos de un dorado miel, sus rasgos son masculinos y a pesar que lleva ropa desaliñada y sucia, se ve apuesto y huele exquisito. Debra no puede creer lo que esta sintiendo en estos momentos, un nudo se le forma en la garganta, se ha quedado sin voz.

-      ¿Estas bien? – pregunta Alonzo al verla pálida y callada, sus ojos  han adquirido una tonalidad verde que la hacen ver indefensa. Ella asiente con la cabeza.- ¿no te ha hecho daño?
-      No. Gracias por la ayuda- susurra ella. El asiente con la cabeza y le tiende la mano.
-      Alonzo Verneti. – habla con voz firme, el olor a cerveza mezclado con su colonia y el tabaco hacen que Debra se marea por unos segundos. Toma su mano y  sonríe ligeramente.
-      Debra.- contesta, él la mira esperando un apellido.- solo Debra.- concluye y él asiente con la cabeza.
-      ¿Ibas a algún lugar? Es peligroso caminar por aquí a estas horas.
-      En realidad iba a la estación del tren.- habla ella y él la mira con el seño fruncido.
-      ¿A la estación del tren? – pregunta sin poderlo creer. La chica asiente con la cabeza. – disculpa pero tengo entendido que esa estación no funciona y que los trenes que pasan por allí son de carga pero no paran.- Debra asiente con la cabeza.
-      Eso lo tengo claro, voy para saltar sobre ellos.- responde y una sonrisa picara aparece en su rostro. Alonzo la mira estupefacto. – todos los sábados a eso de las 11 de la noche pasa un tren, la gente suele saltar, es excitante.- prosigue como si estuviera completamente entusiasmada por la idea.

Alonzo no puede creer que esa joven mujer, que parece tan delicada a simple vista sea de esa clase de personas. Un inesperado interés se despierta dentro de él, por unos minutos olvida que tiene que ocultarse para que la gente de Camilo no lo encuentre, olvida que tiene novia y que su familia esta preocupada. Olvida todo mientras ve los ojos de aquella muchacha misteriosa. 

-      ¿Puedo acompañarte? – pregunta. Un atisbo de sonrisa aparece en el rostro de Debra pero lo frena al instante. Se mentaliza lo que tiene que hacer y recuerda el delicioso festín que le espera después de esto.
-      Claro.- habla con voz más fría y comienza a caminar. – pero date prisa, que falta poco.

Caminan por las callecillas del centro con rapidez, al cabo de unos 20 minutos llegan hasta las instalaciones  abandonadas del tren. Las puertas están cerradas con candados, tapadas con maderas o hasta con rejas. A simple vista no hay manera de entrar pero Debra ya tiene todo cubierto. Le hace una seña a Alonzo para que la siga hasta una de las esquinas de la instalación. Allí hay una reja rota que permite que pueda pasar el cuerpo de un adulto con algo de dificultad. Debra entra con gracilidad casi felina, Alonzo lucha un poco pero al cabo de unos minutos cae de bruces dentro de la estancia. Debra ríe como jamás lo ha hecho, es una risa franca y sincera. Alonzo se para algo atolondrado y comienza a limpiarse la ropa, la estancia esta oscura y le cuesta adecuarse a la oscuridad sin embargo, Debra puede ver todo completamente bien.  En silencio toma la mano de Alonzo y lo conduce hasta la salida de los trenes, sin soltarse las manos ni decir nada ven las rieles. Es una situación irreal en la que dos desconocidos se tocan sin intimidarse, sintiendo un tipo de conexión que ninguno entiende. Por unos instantes Debra se siente humana, la sensación debería desagradarle pero no lo hace. Suspira y observa a Alonzo que mira a su izquierda esperando que el tren pase, completamente inocente, sin tener conocimiento alguno de lo que esta a punto de ocurrir.

-        Alonzo Verneti – susurra ella.

Él muchacho de los ojos dorados gira para verla. Sus miradas se cruzan por unos segundos interminables, él tiene un deseo incontrolable de besarla pero es demasiado pronto, son prácticamente dos desconocidos. Debra suspira, en esos momentos sus ojos cambian de tonalidad, ahora son rojos, sonríe ligeramente mostrando todos sus dientes afilados. Los ojos de Alonzo se abren como platos, su rostro palidece mientras siente que la temperatura desciende a su alrededor, esto es una pesadilla para él. Suelta la mano de Debra y da unos cuantos pasos hacia atrás, tropieza bruscamente con un pedazo de metal que hace que caiga de bruces al piso. Debra se acerca como un felino a él, se posiciona encima suyo. Acaricia su rostro mientras Alonzo se estremece sin poder hablar.

-      Es una lastima. – susurra ella.- eres muy hermoso.- prosigue mientras una de sus manos se desliza hasta llegar a su pecho. Debra siente las palpitaciones aceleradas de ese pobre corazón. – no dolerá.

Esa frase es la ultima que dice, seguido a ello introduce sus uñas dentro del pecho de Alonzo, gime de miedo mientras ella para las palpitaciones de su corazón. Sus dedos se adentran en el pecho del joven como una bruma invisible, no hay heridas ni sangre. Cuando el corazón deja de latir, Debra saca la mano, en su palma se encuentra la esencia de vida de Alonzo Verneti, es casi translucida, tan pequeña y delicada. Debra la observa por unos segundos, podría comérsela y sentiría por unos minutos que su corazón late y recordaría los momentos más felices que vivió aquel hombre sin embargo , no lo hace. Abre su chaqueta, de su cuello cuelga un guardapelo con un rubí en el medio. Tan solo lo abre y la esencia de Alonzo Verneti entra en el.

Su trabajo esta hecho y aun que debería de estar orgullosa de ello, no lo esta. Deja el cuerpo en ese mismo lugar. No le importa si la muerte se relacionara con Camilo o no, ella a hecho que parezca una muerte natural así que ha cumplido con su parte del trato. Divaga por las calles hasta el amanecer y así lo hace hasta que pasan los 30 días.

Nuevamente la luna llena esta en lo alto del cielo nocturno pero Debra no se dirige a la mansión de Camilo sino al hospital. Como lo dijo en un principio, el hijo de Camilo a nacido antes, es prematura y esta tan delgado para sus 7 meses que puede que no sobreviva, es más no lo hará. Debra camina por los pasillos con imponencia, se cola por las puertas y nadie le dice nada, solo vasta una mirada para que las personas vuelvan a lo suyo con temor. Lo primero que ve en el pasillo de maternidad es a Camilo, caminando de un lado a otro como una rata encerrada. Sus ojos se encuentran con los de ella y al instante se queda estático mientras palidece.

-        ¿Qué te sucede? – pregunta Debra al observar al hombre.
-        Acaban de encontrar el cuerpo en descomposición de Alonzo Verneti. – dice con el celular en la mano. Debra se encoge de hombros.
-        No te van a relacionar con su muerte, me encargare de eso.- habla y el hombre asiente con la cabeza sin poder mirarla a los ojos. – ¿dónde esta el niño? – pregunta.

Sin decir nada la conduce hasta una planta más arriba. Esta en una habitación especial para criaturas prematuras. Debra puede verlo a través del vidrio, es un niño pequeño de cabello negro. Sin decir nada entra a la habitación, el silencio es sepulcral, todos los bebes duermen sin saber quien esta allí. Abre la incubadora del hijo de Camilo y lo toma entre sus brazos.

-        ¿Qué haces? –pregunta Camilo con la voz alta. Debra gira la cabeza y lo ve. Ella lo mira con molestia.
-        ¿Pensaste que lo cuidaría? – pregunta y sonríe ligeramente. El horror se delata en los ojos de Camilo mientras cae en la cuenta de lo que esta a punto de ocurrir.
-        Por favor no lo mates, por favor, es lo único que amo en esta vida...por favor.
-        Debiste de pensarlo mejor Camilo. Nunca se hace tratos con un demonio, menos con Azazel.- habla ella delatando su verdadero nombre y así comienza a esfumarse como humo junto al pequeño.
-        ¡NO! – grita con fuerza Camilo y trata de agarrar a Debra pero solo se encuentra con un puñado de partículas negras.

Cae al suelo lleno de desesperación, comienza a gritar sin control y todos los bebes comienzan a llorar. Las luces de la estancia se prenden, las enfermeras entran alteradas y encuentran al hombre hecho un manojo de nervios, notablemente fuera de si. Ha cometido el peor error de su vida.

-      Nos vemos cuando llegue tu hora Camilo, recuerda que tu alma ya es mía.- susurra una voz gutural dentro de su cabeza que hace que el pobre hombre se atormente tanto que llega al colapso mental y solo habla incoherencias mientras  las enfermeras lo sacan de allí.

Debra esta en la azotea del hospital escuchando los gritos de Camilo mientras succiona lo ultimo que queda de vida de aquel bebe que jamás tuvo nombre.  Se siente viva por unos segundos, siente el palpitar de un corazón que jamás existió dentro de su pecho. Siente un hormigueo en las manos que recorren su columna vertebral como un latigazo de energía y luego,  cuando la esencia se consume también lo hace esa extraña vitalidad. Vuelve ha ser lo que era, un ser sin corazón.

El cuerpo del bebe sigue tibio pero ya esta sin vida, Debra lo deja en el piso y se saca el guardapelo que tiene colgado en el cuello. Susurra unas palabras en un idioma tan antiguo que ningún mortal podría comprender. El guardapelo se abre y la pequeña esencia de Alonzo Verneti aparece. Debra lo toma entre sus manos y con sumo cuidado la pone en el pecho del bebe. Sus pulmones se llenan de vitalidad, su piel comienza a tener un tono roza vivo y comienza a moverse. Ella lo toma entre sus brazos mientras el niño abre los parpados con lentitud. Debra sonríe con satisfacción al observar que unos ojos color miel la ven en silencio.